martes, 30 de junio de 2009

Darse cuenta

Me levanto por la mañana.
Salgo de mi casa.
Hay un socavón en la acera.
No lo veo
y me caigo en él.

Al día siguiente
salgo de mi casa,
me olvido de que hay un socavón en la acera,
y me vuelvo a caer en él.

Al tercer día
salgo de mi casa tratando de acordarme
de que hay un socavón en la acera.
Sin embargo,
no lo recuerdo
y caigo en él.

Al cuarto día
salgo de mi casa tratando de acordarme
del socavón en la acera.
Lo recuerdo y,
a pesar de eso,
no veo el pozo y caigo en él.

Al quinto día
salgo de mi casa.
Recuerdo que tengo que tener presente
el socavón en la acera
y camino mirando al suelo.
Y lo veo y,
a pesar de verlo,
caigo en él.

Al sexto día
salgo de mi casa.
Recuerdo el socavón en la acera.
Voy buscándolo con la mirada.
Lo veo,
intento saltarlo,
pero caigo en él.

Al séptimo día salgo de mi casa.
Veo el socavón.
Tomo carrerilla,
salto,
rozo con la punta de mis pies el borde del otro lado,
pero no es suficiente y caigo en él.

Al octavo día,
salgo de mi casa,
veo el socavón,
tomo carrerilla,
salto,
¡llego al otro lado!.
Me siento tan orgulloso de haberlo conseguido
que lo celebro dando saltos de alegría....
Y, al hacerlo,
caigo otra vez en el pozo.

Al noveno día,
salgo de casa,
veo el socavón,
tomo carrerilla,
lo salto
y sigo mi camino.

Al décimo día,
justo hoy,
me doy cuenta
de que és más cómodo
caminar...
por la acera de enfrente.

El elefante encadenado


"Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante. Durante la función, la enrome bestia hacia despliegue de su tamaño, peso y fuerza descomunal… pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas clavada a una pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir. El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye? Cuando tenía 5 o 6 años yo todavía en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo me olvide del misterio del elefante y la estaca… y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta. Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: El elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde muy, muy pequeño. Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró, sudó, tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo, no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado, y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía… Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no se escapa porque cree
pobre que NO PUEDE. Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás… jamás… intentó poner a prueba su fuerza otra vez…"

martes, 23 de junio de 2009

Juan Sinpiernas

Juan Sinpiernas era un hombre que trabajaba como leñador.
Un día Juan compró una sierra eléctrica pensando que esto aligeraría mucho su trabajo.La idea hubiera sido muy buena si él hubiera tenido la precaución de aprender a manejar primero la sierra, pero no lo hizo.
Una mañana mientras trabajaba en el bosque, el aullido de un lobo hizo que el leñador se descuidara... La sierra eléctrica se deslizó entre sus manos y Juan se accidentó hiriéndose de gravedad en las dos piernas.
Nada pudieron hacer los médicos para salvarlas, así que Juan Sinpiernas, como si fuera víctima de la profética determinación de su nombre, quedó definitivamente postrado en una silla de ruedas por el resto de su vida.
Juan estuvo deprimido durante meses por el accidente y después de un año, pareció que poco a poco empezaba a mejorar.
No obstante, algo conspiró contra su recuperación psíquica e imprevistamente, Juan volvió a caer en una profunda e increíble depresión.Los médicos le recomendaron acudir al psiquiatría.Juan Sinpiernas, después de una pequeña resistencia, hizo la consulta.
El pisquiatra era amable. Juan confió en él rápidamente y le contó sucintamente los hechos que derivaron en su estado de ánimo.El psiquiatra le dijo que comprendía su depresión.
- La pérdida de las piernas - dijo - era realmente un motivo muy genuino para su angustia.
- Es que no es eso, doctor - dijo Juan - mi depresión no tiene que ver con la pérdida de las piernas. No es la discapacidad lo que más me molesta. Lo que más me duele es el cambio que ha tenido la relación con mis amigos.
El psiquiatra abrió los ojos y se quedó mirándolo, esperando que Juan Sinpiernas completara su idea.
- Antes del accidente mi amigos me venían a buscar todos los viernes para ir a bailar. Una o dos veces a la semana nos reuníamos a chapotear en el río y hacer carreras a nado. Hasta días antes de mi operación algunos de los amigos salíamos los domingos de mañana a correr por la avenida costanera. Sin embargo, parece que por el sólo hecho de haber sufrido el accidente, no sólo he perdido las piernas, sino que he perdido además las ganas de mis amigos de compartir cosas conmigo. Ninguno de ellos me ha vuelto a invitar desde entonces.
El psiquiatra lo miró y sonrió...Le costaba creer que Juan Sinpiernas no estuviera entendiendo lo absurdo de su planteo...No obstante, el psiquiatra decidió explicarle claramente lo que pasaba. Él sabía mejor que nadie que la mente tiene resortes tan especiales que pueden hacer que uno se vuelva incapaz de entender lo que es evidente y obvio.El psiquiatra le explicó a Juan Sinpiernas que sus amigos no lo estaban evitando por desamor o rechazo.Aunque fuera doloroso, el accidente había modificado la realidad. Le gustara o no, él ya no era el compañero de elección para hacer esas mismas cosas que antes compartían...
- Pero Dr. - interrumpió Juan Sinpiernas - yo sé que puedo nadar, correr y hasta bailar. Por suerte, pude aprender a manejar mi silla de ruedas y sé que nada de eso me está vedado...
El doctor lo serenó y siguió su razonamiento:
- Por supuesto que no había nada en contra de que él siguiera haciendo las mismas cosas, es más, era importantísimo que siguiera haciéndolas. Simplemente, era difícil seguir pretendiendo compartirlas con sus relaciones de entonces.El psiquiatra le explicó a Juan que en realidad él podía nadar, pero tenía que competir con quienes tenían su misma dificultad... que podía ir a bailar, pero en clubes y con otros a quienes también les faltaran las piernas... podía salir a entrenarse por la costanera, pero debía aprender a hacerlo con otros discapacitados.Juan debía entender que sus amigos no estarían con él ahora como antes, porque ahora las condiciones entre él y ellos eran diferentes... Ya no eran sus pares.Para poder hacer estas cosas que él deseaba hacer y otras más, era mejor acostumbrarse a hacerlo con sus iguales.Tenía, entonces, que dedicar su energía a fabricar nuevas relaciones con pares.Juan sintió que un velo se descorría dentro de su mente y esa sensación lo serenó.
- Es difícil explicarle cuanto le agradezco su ayuda, doctor - dijo Juan - Vine casi forzado por sus colegas pero ahora comprendo que tenían razón... He entendido su mensaje y le aseguro que seguiré sus consejos, doctor. Muchas gracias ha sido realmente útil venir a la consulta.- Nuevas relaciones. - Se repitió Juan para no olvidarlo.Y entonces Juan Sinpiernas salió del consultorio del psiquiatra, y volvió a su casa...y puso en condiciones su sierra eléctrica...Planeaba cortales las piernas a algunos de sus amigos, y "fabricar" así... algunos nuevos amigos.

domingo, 14 de junio de 2009

Skip Beat!


Kyoko Mogami, una jovencita de 16 años que abandona su pueblo junto a su mejor amigo Shōtaro Fuwa para que éste último consiga adentrarse en el mundo del espectáculo. Mientras Shō consigue sus primeros trabajos y va poco a poco haciéndose importante, Kyoko permanece en casa trabajando y limpiando. Pero todo esto se acaba cuando Kyoko escucha a Shou diciéndole a su manager que en realidad solo la considera su sirvienta.
Kyoko decide vengarse de Shō, pero para ello deberá también entrar en el mundo del espectáculo, algo difícil porque no posee ningún talento en especial. A pesar de ello, Kyoko decide intentarlo en la empresa de nombre LME donde trabaja la persona que más odia Shou, Ren Tsuruga.

miércoles, 3 de junio de 2009

Mi novia, el arma definitiva


Esta historia se desarrolla a inicios de una guerra (en ningún momento se especifíca cuál, quizá la tercera Guerra Mundial), en una pacífica ciudad de Japón en la isla Hokkaido, y cercana a la capital, Sapporo.
La historia muestra la vida de dos estudiantes del tercer año de un instituto en Hokkaido, Shuji y Chise. Chise es una chica tranquila, tímida y algo torpe, que declara su amor a Shuji, un típico estudiante con grandes rasgos atléticos para su edad, el cual no es muy bueno manejando este tipo de relaciones. Al principio existen dificultades para sobresalir como pareja, ya que ambos no saben expresar muy claramente sus sentimientos.
Para aminorar esta situación, los dos comienzan a escribir un diario de vida compartido, en donde anotarían todas las vivencias que tuvieran como pareja, siendo a la vez una pequeña historia de amor, que a la larga se convertiría en una historia sobre el fin del mundo.
Shuji no sabía que Chise le escondía un secreto. Chise era el "Arma Definitiva", es decir, el arma más poderosa para la victoria de Japón en la Tercera Guerra Mundial.
Chise era un híbrido entre humano y máquina, que según las OVA, es una "arma bacteria" que se alimenta de la carne existente en su cuerpo. Esta disyuntiva hace que la niña tímida se vaya transformando lentamente en un arma de destrucción invencible que se frena sólo con la humanidad existente en ella, y la historia de amor que vive con Shuji.