viernes, 28 de agosto de 2009

Cuentos de hadas para aprender a vivir



Sabemos, por lo que otros han narrado en sus libros o por las leyendas transmitidas oralmente de generación en generación, que en todo la época de la humanidad han existido seres únicos, capaces de logros fuera del alcance del común de los mortales. Dichos seres accedieron a conocimientos o dones reservados para unos pocos: la persistencia en alcanzar un objetivo fijado mientras que otros abandonaron la lucha; el haberse atrevido a intentar algo que otros ni tan siquiera se atrevieron a pensar o la consecución de una meta que requería grandes dosis de fe en uno mismo, valor, coraje, constancia, resistencia y libertad. Los libres de espíritu siempre han suscitado admiración y envidia por demostrar que “si uno quiere, puede”. Pero todos podemos lograr lo mismo que esos seres “especiales”: basta con inspirarse en ellos, activar recursos (capacidades, habilidades) y desarrollar una estrategia apropiada para lograr la libertad, que está exclusivamente en manos de uno mismo.

Son 222 páginas en las que no sólo se nos habla de qué y cuáles son las Hadas, sino que trata de servir de ayuda a varias situaciones. En una palabra, el libro trata un poco de despertar la autoestima y de elevar el ánimo.
Por medio de las distintas Hadas, Rosetta Forner da unas paútas sobre cómo actuar o cómo salir de determinadas situaciones siempre tratándo de elevar al máximo lo positivo y la autoestima.

miércoles, 12 de agosto de 2009

50 formas de no aburrirse en un ascensor.




1. Hacer ruidos de carros cuando alguien entre o salga.
2. Sonarse la nariz y mostrarle el contenido del pañuelo a los otros pasajeros.
3. Hacer ruidos de dolor, darse un golpe en la frente y decir ¡¡Cállense!!, todos ustedes ¡¡Cállense!!
4. Silbar incesantemente las siete primeras notas de "Es un mundo pequeño".
5. Vender galletas de niña exploradora.
6. En un viaje largo, ladearse de lado a lado a la frecuencia del elevador.
7. Afeitarse.
8. Abrir la la mochila o el bolso, asomarse y preguntar: "¿Habrá suficiente aire allí?"
9. Ofrecer etiquetas con los nombres de cada uno de los pasajeros. Usar la propia al revés.
10. Quedarse callando y sin moverse en una esquina, mirando la pared.
11. Una palabra: ¡Flatulencia!
12. Acercarse a otro pasajero y susurrarle: "Las patrullas ya vienen".
13. Saludar con un caluroso apretón de manos a cada persona que suba al elevador y pedir que lo llamen almirante.
14. Al llegar a su piso gruñir para que le abran la puerta. Cuando lo hagan, hacerse el avergonzado.
15. En el último piso mantener la puerta abierta y decir en voz alta que se quedará abierta hasta escuchar a la moneda que tiró hacer "plink" en el primer piso.
16. Practicar el Tai Chi.
17. Mirar fijamente y sonreír a un pasajero, luego decirle: "Tengo medias nuevas"
18. Cuando hayan subido al menos ocho personas, gemir desde el fondo: "Oh no ahora, maldita enfermedad del movimiento".
19. Leer la Biblia en voz alta.
20. Maullar ocasionalmente.
21. Apueste con otros pasajeros que puede meter una moneda en su nariz.
22. Poner cara de esfuerzo y decir: "ya viene… ya viene…" y luego "upss!".
23. Enseñar una herida a los otros pasajeros y preguntarles si está infectada.
24. Tararear el himno nacional mientras rítmicamente se aprietan los botones.
25. Gritar: "¡Fuera abajo!", cuando al ascensor descienda.
26. Caminar con un cooler con una etiqueta que diga: "cabeza humana".
27. Mirar fijamente a un pasajero y gritar: "Es uno de ellos!!". Luego ir a la esquina opuesta del ascensor.
28. Eructar y decir: "Hmmm… rico!".
29. Dejar una caja entre las puertas.
30. Preguntar a cada pasajero que sube si puede apretar el botón por ellos.
31. Ponerse una media en la mano y hablar con los otros pasajeros por medio de ella.
32. Cantar.
33. Cuando el elevador esté en silencio, mirar alrededor y preguntar a un pasajero: "¿Ese es tu bíper?".
34. Tocar la armónica.
35. Dibujar cajas en el aire.
36. Decir "¡Ding!" en cada piso.
37. Apoyarse sobre los botones. 38. Decir "¿Qué hará esto?" y apretar los botones rojos.
39. Escuchar las paredes del elevador con un estetoscopio.
40. Dibujar con tiza un cuadrado, pararse sobre él, y anunciar a los otros pasajeros que ese es su espacio personal.
41. Usar una silla.
42. Hacer ruidos de explosiones cuando alguien presione un botón.
43. Hacer globitos de saliva.
44. Sacarse el chicle de la boca, y comenzar a hacer tiras.
45. Decir con voz demoníaca: "¡¡Debo encontrar otro cuerpo para la posesión!!".
46. Ponerse una sábana y usarla como protegiéndose de algo.
47. Comer un pedazo de sándwich y preguntar a otro pasajero: "¿quieref verh queh hay en mif bocah?"
48. Usar "Anteojos de rayos X" de juguete y mirar a la gente con placer.
49. Mírate el pulgar y di: ¡creía que era más grande!".
50. Si alguien te roza, retrocede y grita.

domingo, 9 de agosto de 2009

Dexter




Dexter es un forense especializado en análisis de salpicaduras de sangre (reconstrucción de la escena del crimen) en el Departamento de Policía de Miami. También es un fiel novio, un divertido padrastro, un hermano confidente y un freak de la sangre para algunos. Pero además, Dexter es un psicópata que al terminar su turno en la comisaría busca a criminales cuestionables para su particular moral y se deshace de ellos: Dexter es un asesino en serie. El único que desde su infancia le conoció realmente fue su padre adoptivo, Harry Morgan, quien le dio la ética y el modus operandi con el que lleva a cabo sus crímenes, o su particular justicia: al darse cuenta de que el instinto asesino de su hijo era imposible de evitar, decidió educarlo para sacar provecho de su "personal" habilidad y aportarle un código de actuación (el código de Harry) enfocado a perseguir y eliminar a aquellos asesinos que habían conseguido eludir la acción de la Justicia.

sábado, 1 de agosto de 2009

El valle de la inquietud

HUBO aquí un valle antaño, callado y sonriente,
donde nadie habitaba:
partiéronse las gentes a la guerra,
dejando a los luceros, de ojos dulces,
que velaran, de noche, desde azuladas torres,
las flores, y en el centro del valle, cada día,
la roja luz del sol se posaba, indolente.
Mas ya quien lo visite advertiría
la inquietud de ese valle melancólico.
No hay en él nada quieto,
sino el aire, que ampara
aquella soledad de maravilla.
¡Ah! Ningún viento mece aquellos árboles,
que palpitan al modo de los helados mares
en torno de las Hébridas brumosas.
¡Ah! Ningún viento arrastra aquellas nubes,
que crujen levemente por el cielo intranquilo,
turbadas desde el alba hasta la noche,
sobre las violetas que allí yacen,
como ojos humanos de mil suertes,
sobre ondulantes lirios,
que lloran en las tumbas ignoradas.
Ondulan, y de sus fragantes cimas
cae eterno rocío, gota a gota.
Lloran, y por sus tallos delicados,
como aljófar, van lágrimas perennes.


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